domingo, 18 de mayo de 2008

UNA MIRADA TEOSOFICA AL KARMA

Por Ligia Méndez Echeverría

Está de moda referirse al Karma, un concepto tomado de las filosofías orientales, con una connotación negativa, como una deuda que merece castigo. En realidad karma, (del Sánscrito, antiguo idioma sacerdotal de la India), significa simplemente “acción” y su consecuente “re-acción”. El apóstol Pablo se refería a Karma así: “. . . cualquier cosa que haya sembrado el hombre eso también cosechará” (Gal.3:7). Es la sencilla Ley de Acción–Reacción. El aforismo “ojo por ojo y diente por diente” en su significado oculto, nos dice que nuestra cosecha será de la misma clase que nuestra siembra.

Según los Maestros de Sabiduría, Karma es la tendencia del universo, sin desvío ni error, que opera incesantemente para restaurar el equilibrio. Es la ley de justicia perfecta, inherente al cosmos y cuya operación es forzosamente impersonal. Se aplica por igual a galaxias o planetas, naciones, familias o individuos.
Nuestras acciones (incluyendo tanto pensamientos y sentimientos como actos externos) crean trastornos en el universo que requieren la restauración del equilibrio en el punto del disturbio. Ejemplo: si realizamos malas acciones y emitimos malos pensamientos, éstos crean perturbaciones que tendremos que restaurar compensando a los que herimos o perjudicamos. El simple arrepentimiento no elimina las consecuencias de nuestros actos –nada ni nadie evitará que se cumpla la ley—pero es deseable porque evitará mayor acumulación de causas. En cambio Karma compensará ampliamente nuestras buenas acciones y buenos pensamientos pues es perfecta justicia. Dice que si siembras amor cosechas amor, si siembras vientos cosechas tempestades, si dañas la naturaleza ésta se volverá contra ti, si la amas y cuidas, ella te reverenciará. Buen Karma se produce cuando llevamos una vida ética, con motivos de servicio, pensamientos y acciones llenos de bondad y tolerancia hacia todos.

UNA MIRADA TEOSOFICA A LOS SUEÑOS

Por María Jesús Hernández

Soñar es patrimonio de todos sin excepción. Ahora bien, los esfuerzos de la ciencia por explicar los sueños, así como los de Carl Jung por “interpretarlos”, son valiosos pero no explican su naturaleza y función.

La enseñanza teosófica los explica porque plantea la existencia de un Yo o Ego que coexiste con el cuerpo, y de planos diferentes al físico en que este Ego es capaz de moverse. Dice que existen dos estados de conciencia adicionales al de vigilia (Jagrata, en sánscrito):

1. Los sueños comunes (Swapna). Se manifiestan físicamente como intercambios de estímulos eléctricos, como estudian Jung y otros psicólogos.

2. El dormir sin soñar (Sushupti). Estado desconocido para la ciencia pero el más importante pues se relaciona con la liberación de nuestro Yo Superior de su cárcel corporal. Con el cerebro paralizado, entramos a planos espirituales habitados por Seres de luz y sabiduría que dan mensajes y enseñanzas. Al despertar puede llegarnos intuitivamente la solución de algún problema y aunque pensemos que "se nos prendió el foco", la verdad es que nuestro Ego la obtuvo durante Sushupti.

En ese último estado podemos entrar en la esfera donde se encuentran seres queridos que han fallecido –quienes no descienden a nosotros- aún cuando esto no suceda con frecuencia.

De regreso a la vigilia, pasamos por Swapna, luego a Jagrata, y despertamos. Entonces, el cerebro que vagamente pudo haber registrado nuestras experiencias en Sushupti, las distorsiona o confunde. Generalmente no recordamos lo que soñamos en Swapna; no es de extrañar que menos aún recordemos haber accedido a planos de luz, aunque amanecemos refrescados. Es pues recomendable que para aligerar nuestro “viaje” en Sushupti, antes de acostarnos repasemos lo sucedido durante el día para detectar nuestros errores y defectos, corregirnos y entrar al sueño en armonía y paz con todos.