jueves, 11 de octubre de 2007

UNA MIRADA TEOSOFICA A LA GENIALIDAD

A PROPOSITO DE JAY GREENBERG

Por Piedad Peniche Rivero
Un niño está asombrando al mundo: Jay Greenberg. Nacido en 1991, en New Heaven, EE.UU., a los 8 años escribió una sonata para piano en 25 minutos y a sus 13 había escrito cinco sinfonías, un record imbatible considerando que es lo que un compositor escribe en promedio durante toda su vida. Sam Zyman, profesor de Juilliard, el famoso conservatorio de música donde Jay asiste, comparó a este chico con Mozart, el genio de Salzburgo.

Según el Aquarian Theosophist, en 2004, Jay fue entrevistado en el Programa 60 minutos de la televisión norteamericana, y reveló entonces que oye música sin saber de donde viene pero que llega totalmente escrita, como si una orquesta tocara en su cabeza. Respondiendo a la pregunta que si hacía cambios al escribirla (no componerla, pues) como, por ejemplo, cambiar la sección de cuerdas, respondió negativamente. “Es como si la mente inconsciente estuviera dando órdenes a la velocidad de la luz”, explicó. Esta genialidad tiene nombre:clariaudiencia espiritual.

¿Qué sabemos acerca del genio? ¿Por qué a unos corresponde tan magnífica dote mientras otros reciben un intelecto mediocre o hasta atrofiado? Reflexionando al respecto en un ensayo publicado por la revista Lucifer, en 1889, H.P. Blavatsky, quien en 1875 fundó, en Nueva York , la sociedad teosófica tratando de impulsar en el Occidente el movimiento teosófico que existe desde tiempo inmemorial (y uno de cuyos hitos más próximos a nosotros es el de los filósofos neoplatónicos), escribió:

“las manifestaciones del genio” son, simplemente, los esfuerzos más o menos exitosos del alma, del Ser Interior verdadero (Buddhi-Manas), y dependen de la constitución fisiológica y material del ser físico porque ningún alma difiere de otra en su esencia y naturaleza primordiales u originales. Así, los Egos de un Newton, un Esquilo o un Shakespeare, son de la misma esencia y sustancia que los Egos de un patán, un ignorante y un tonto o hasta un demente.”
[1]

Y, con una analogía, explicó “…el individuo físico puede ser un Stradivarius inestimable o un violín barato y desvencijado, o algo mediocre entre los dos, en las manos de un Paganini que lo anima.” Pero, agregó, la aptitud o ineptitud mental y corporal para transmitir y expresar la luz del alma, es, a su vez, resultado de Karma.
Inclinémonos, pues, ante Jay Greenberg: física y mentalmente es un ser perfecto

[1] H.P. Blavatsky: “El genio”, Lucifer, Londres, Noviembre de 1889.

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